miércoles, 30 de noviembre de 2011

La estatua de sal (fragmento)

Entonces un ansia espantosa le quemó las carnes. Su lengua habló, dirigiéndose a la espectral resucitada:
-Mujer, respóndeme una sola palabra.
-Habla... pregunta...
-¿Responderás?
-Sí, habla; ¡me has salvado!
Los ojos del anacoreta brillaron, como si en ellos se concentrase el resplandor, que incendiaba las montañas.
-Mujer, dime qué viste cuando tu rostro se volvió para mirar.
Una voz anudada de angustia, le respondió:
-Oh, no... Por Elohim, ¡no quieras saberlo!
-¡Dime qué viste!
-No... no... ¡Sería el abismo!
-Yo quiero el abismo.
-Es la muerte...
-¡Dime qué viste!
-¡No puedo... no quiero!
-Yo te he salvado.
-No... no...
El sol acababa de ponerse.
-¡Habla!
La mujer se aproximó. Su voz parecía cubierta de polvo; se apagaba, se crepusculizaba, agonizando.
-¡Por las cenizas de tus padres!...
-¡Habla!
Entonces aquel espectro aproximó su boca al oído del cenobita, y dijo una palabra. Y Sosistrato, fulminado, anonadado, sin arrojar un grito, cayó muerto. Roguemos a Dios por su alma.

En Las fuerzas extrañas,  Leopoldo Lugones.

martes, 29 de noviembre de 2011

Él

¿Dónde estará?
¿Dónde se habrá escondido?

Creí que se ocultaba entre los ruidos.
Lo busqué.
Se había ido.

Sospeché que habitaba el desamparo.
Fui a su encuentro.
No estaba.

Pensé que su presencia me cegaba.
Me aparté.
No vi nada.

Esperaba encontrarlo en mi camino.
Lo esperé.
Aún lo espero.




Oliverio Girondo en Persuasión de los días.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Nocturnum desiderium

.
.
... Expergefacit mane. Diurna lux omnem mundum collustrat, sed angulus meus summersus in obscuritate continuat.
... Scio aliquid mihi faciendum esse ut statum commutem, verum quod id perperam fit debilitat me. Dum promovent tenebrae, cum omnibus meis vigoribus luctor ut hic exeam, ne secretus permaneam.
... Non id consequor, atque quaque vice magis potitur me. Ambiunt me furvae res. Corvus supra meum caput volat. Feles foris lacrimat.
... Expergefacit nox.

sábado, 26 de noviembre de 2011

La liebre (fragmento)

Lo más gracioso (o lo único gracioso, porque lo demás resultaba melancólico en su degradación) era que entre ellos se acusaban principalmente de borrachos: "¡Indio mamau! ¡Indio mamau!", repetían como maniáticos. Y Miltín, ebrio al extremo: "¡Indios mamaus! ¡Indios mamaus!". Se habían encarnizado con uno sobre todo, tan borracho como el resto, que al parecer había proferido un juicio agraviante sobre el seleccionado de la tribu; porque la discusión original había sido sobre jockey. El desenlace vino rápido e inesperado, y a los tres blancos les resultó escalofriante como un mal sueño. Un cuchillo agregó sus brillos a los de tanto músculo engrasado, y el filo abrió un ancho tajo en la garganta del disidente. Al parecer, la ejecución se había realizado con la autorización del cacique, que vociferaba tambaleándose. Clarke había quedado paralizado por la sorpresa. No así los indios, que en una exasperación de violencia inútil repitieron el tajo (incluida la forma) en el vientre del muerto, que lo tenía redondo e invitante, y metieron las manos y empezaron a tirar de los intestinos, entre gritos que pasaban de la furia a la diversión. El inglés saltó como accionado por una palanca. Lo dominaba una urgencia irresistible de reivindicar lo humano. Quiso gritar algo fulminante, pero todo lo que le salió, por contagio, fue "¡Indios mamaus! ¡Indios mamaus!". Carlos y Gauna trataron de retenerlo, sin éxito; él también había bebido sus vasos, y el alcohol lo hacía temerario. Se abrió paso hasta el cadáver, aullando toda clase de improperios contra los asesinos y los profanadores, les arrancó como pudo los resbalosos chinchulines y se los metió torpemente al muerto, por la herida: como veía doble, algunas puntas las metió por el tajo de la garganta. Por suerte, los indios creyeron que era una broma más, de otro modo es posible que lo hubieran acuchillado ahí nomás. Miltín levantó el vaso sobre el alboroto y pidió un brindis, pero el inglés, encendido como un loco, se lo hizo volar de un manotón.

César Aira.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Sagitario

.
.
... A veces ya ni sé para qué me molesto, para qué me esfuerzo tanto si al final de cuentas nadie lo nota ni lo reconoce. Tanto tirar indirectas y no tan indirectas para ocupar un cargo que me corresponde desde hace años gracias a mi desempeño y fidelidad y así me pagan. Está bien, pero yo no me voy a hacer responsable de lo que pueda llegar a pasar.
... Sagitario es el signo más inquieto de toda la rueda. Por esto se lo asocia con los centauros, animales mitológicos mitad (inferior) caballo y mitad (superior) hombre, con las mejores características de ambos. Estos seres eran pacíficos por naturaleza, pero se convertían en guerreros implacables en caso de ser provocados. También eran capaces de caminar grandes distancias sin fatigarse.
... (vos te vas a fatigar, pelotudo. Nunca en tu puta vida trabajaste y ahora que te dieron ese trabajo que era para mí te vas a cansar y a pudrir, te va a sobrepasar y ahí te quiero ver)
... Los había sabios, pero también eran considerados unos juerguistas indecentes, desenfrenados, entusiastas (la fiesta se te terminó cuando se fue tu "amiguito", ¿no?)
... Quienes nacen bajo este signo tienen un afán de conocimiento y búsqueda del saber pocas veces visto (cómo se nota que no sos de este signo, trepador hijo de puta). También son muy autodidactas y antirutinarios.
... Se ha asociado a Sagitario con los muslos, sostén poderoso y ágil del cuerpo, resistentes a los rigores del movimiento y de los viajes (en tu caso eran las rodillas las que te sostenían, ¿no, Cabrales querido? Te tenías que arrodillar delante de tu jefecito querido para estar bien a la altura y obtener sus "favores", ¿no?)
... Los sagitarianos son amigables de por sí, pero cuando se juntan dos o más pueden llevarse o muy bien o muy mal. Este signo no tiene puntos medios. Por eso su suegra lo trata así.
... OCUPACIONES Y NEGOCIOS: Endeble. Queda atrapado en el depósito de la librería en la que trabaja bajo una pila de libros que no pudieron esperar a que usted se fuera para caerse de los estantes. Mire el lado positivo: tendrá con qué entretenerse hasta que llegue alguien y lo encuentre o, en caso contrario, morirá de una forma muy cultural.
... AMOR: Ganadora. Coquetea con A. Flirtea con B. Chatea con C. Sale con D mientras se mensajea con E. No sea un dolor de huevos y concrete con alguno, ¿quiere?
... SALUD: Para mí que es alérgico a las abejas nomás...
... SORPRESA: Mientras se prepara el desayuno, la cocina se le llena de humo y de olor a quemado. No se preocupe, no son las tostadas, es que Astaroth quiere hacer un trato con usted.
... METAL: Sinfónico.
... PIEDRA: Granate.
... COLOR: El que cayó del cielo.

¡Muchachos! ¡Cultiven hongos gigantes en el sótano! (Fragmento)

.
.
... Cynthia besó a Fortnum en las dos mejillas, lo apretó tomándolo por los hombros, y subió las escaleras.
... En la cocina, Fortnum sacó un vaso, abrió la refrigeradora, y estaba sirviéndose la leche cuando se detuvo de pronto.
... Adelante, arriba, había un platito amarillo. Sin embargo, no fue el plato lo que le llamó la atención a Fortnum. Fue lo que había en el plato.
... Los hongos recién cortados.
... Se quedó allí medio minuto por lo menos, respirando y escarchando el aire, hasta que al fin extendió la mano, tomó el plato, lo olió, tocó los hongos, y luego salió al vestíbulo llevando el plato en la mano. Miró escaleras arriba, escuchando a Cynthia que se movía en el dormitorio, y estuvo a punto de llamarla: "Cynthia, ¿tú pusiste esto en la refrigeradora?" No habló. Conocía la respuesta. Cynthia en cambio no sabía nada.
... Puso el plato de hongos en la baranda de la escalera y se quedó mirando. Se imaginó a sí mismo en cama más tarde, observando las paredes, las ventanas abiertas, las figuras de la luz de la luna que se movían en el cielo raso. Se oyó a sí mismo diciendo: "¿Cynthia?" Y la respuesta de ella: "¿Sí?" Y él diciendo: "Los hongos pueden desarrollar piernas y brazos, hay un modo." "¿Qué?" diría ella, "Tonto, tonto, ¿qué?" Y él se animaría entonces y no tendría en cuenta la risa de ella y diría: "¿Y si un hombre que camina por el pantano recoge los hongos y se los come...?"
... ¿Una vez dentro del hombre, se extenderían los hongos por la sangre, se apoderarían de todas las células cambiando al hombre en un... marciano? Aceptada esta teoría, ¿necesitaría el hongo piernas y brazos propios? No, no mientras pudiera entrar y vivir en la gente. Roger había comido los hongos que le había dado su hijo. Roger se había convertido en "otra cosa". Se había secuestrado a sí mismo. Y en un último arranque de cordura, nos había telegrafiado, advirtiéndonos que no aceptáramos el envío expreso de hongos. ¡El Roger que había telefoneado más tarde no era ya Roger sino un prisionero de lo que había comido! ¿No está claro, Cynthia, no lo está, no lo está?


(Ray Bradbury, Las Maquinarias de la Alegría, 1964)

martes, 22 de noviembre de 2011

¡Quiero ser verde!

como el verdequetequieroverde de Lorca

V E R D E

solo
verde

sábado, 19 de noviembre de 2011

Automatismo de la percepción.

Es verdad que cuando crecemos nuestras neuronas desarrollan capacidades automatizadoras (al modo de la teoría formalista). También es cierto que existen factores que hacen que esas capacidades se alteren y diluyan en determinados momentos. Por ejemplo cuando comemos un helado, cuando nos moja la lluvia en un día sin paraguas, cuando nos golpea una pelota con olor a pasto, cuando te pica un mosquito en medio de la noche, y sobre todo cuando tus ojos me hacen voltear la vista.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Sacrificios puros

Le basta a la mentira, la mentira.
¡Pero cuántas mentiras la verdad necesita
para que la comprendan!


Silvina Ocampo

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Consejo


Sea feliz. --> Péguese un tiro.

martes, 15 de noviembre de 2011

Cuando se produce el cambio a su vez se quiebra una estructura

...a veces cometemos el error de creer que encontramos la mitad que nos robaron al nacer.
Pero siempre pasa algo o pasa tiempo (o pasa algo y pasa tiempo) que nos hace descubrir que esa no era la mitad que nos robaron.
Esa era la mitad que siendo grandes nos iban a arrancar.

El falso autoestop (fragmento)

Sentía siempre vergüenza anticipada solo de pensar que iba a darle vergüenza. Con frecuencia deseaba poder sentirse libre dentro de su cuerpo, despreocupada y sin angustias, como lo hacía la mayoría de las mujeres a su alrededor. Hasta había llegado a inventarse un sistema especial de convencimiento pedagógico: se decía que cada persona recibía al nacer uno de los millones de cuerpos que estaban preparados, como si le adjudicasen una de los millones de habitaciones de un inmenso hotel; que aquel cuerpo era, por tanto, casual e impersonal; que era una cosa prestada y hecha en serie. Lo repetía una y otra vez, en distintas versiones, pero nunca era capaz de sentir de ese modo. Aquel dualismo del cuerpo y el alma le era ajeno. Ella misma era excesivamente su propio cuerpo, y por eso siempre lo sentía con angustia.
Con esa misma angustia se había aproximado también al joven a quien había conocido hacía un año y con el que era feliz quizá precisamente porque nunca separaba su cuerpo de su alma y con él podía vivir por entero. En aquella indivisión residía su felicidad, solo que tras la felicidad siempre se agazapaba la sospecha, y la chica estaba llena de sospechas. Con frecuencia pensaba que las otras mujeres (las que no se angustiaban) eran más seductoras y atractivas, y que el joven, que no ocultaba que conocía bien a aquel tipo de mujeres, se le iría alguna vez con alguna de ellas. (Es cierto que el joven afirmaba que ya estaba harto de ese tipo de mujeres para el resto de su vida, pero la chica sabía que él era mucho más joven de lo que pensaba). Ella quería que fuese suyo por completo y ser ella por completo de él, pero con frecuencia le parecía que cuanto más trataba de dárselo todo, más le negaba algo: lo que da precisamente el amor carente de profundidad y superficial, lo que da el flirt. Sufría por no saber ser, además de seria, ligera.

Milan Kundera, en El libro de los amores ridículos.

La jaula

Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.

Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.

Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito los pañuelos en la noche
y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.

Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.

Alejandra Pizarnik.

lunes, 14 de noviembre de 2011

La educación como práctica de la libertad (fragmento)

A partir de ahí, el analfabeto comenzaría a cambiar sus actitudes anteriores. Se descubriría críticamente como hacedor de ese mundo cultural. Descubriría que tanto él como el letrado tienen aptitudes para la creación y la recreación. Descubriría que cultura es el muñeco de barro hecho por los artistas de su pueblo, así como la obra de un gran escultor, de un gran pintor, de un gran místico, o de un pensador. Que cultura es tanto la poesía realizada por poetas letrados como la poesía contenida en un cancionero popular. Que cultura es toda creación humana.

Paulo Freire.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Las trampas del tiempo

Sentada de cuclillas en la cama, ella lo miró largamente, le recorrió el cuerpo desnudo de la cabeza a los pies, como estudiándole las pecas y los poros, y dijo:
-Lo único que te cambiaría es el domicilio.
Y desde entonces vivieron juntos, fueron juntos y se divertían peleando por el diario a la hora del desayuno, y cocinaban inventando y dormían anudados.
Ahora este hombre, mutilado de ella, quisiera recordarla como era.
Como era cualquiera de las que ella era, cada una con su propia gracia y poderío, porque esa mujer tenía la asombrosa costumbre de nacer con frecuencia.
Pero no. La memoria se niega. La memoria no quiere devolverle nada más que ese cuerpo helado donde ella no estaba, ese cuerpo vacío de las muchas mujeres que fue.

Eduardo Galeano.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Guía de pecadores (fragmento)

Y no solo los yuyos, que ella conocía con otros nombres pero que eran los mismos. No solo los yuyos sino todos los elementos de la Naturaleza. Porque la Naturaleza, que al principio le pareció tan alejada de la ciudad, también estaba en la ciudad. Estaba en el viento que silbaba entre las antenas de televisión en vez de silbar entre los árboles; estaba en la lluvia que mojaba el asfalto en lugar de mojar la tierra; estaba en el cielo por el que atravesaban las mismas nubes, en el que se podían descifrar las mismas señas, en el que se podían leer las mismas estrellas. Había rincones especiales en los cementerio, en algunas plazas, en ciertas calles aparentemente vulgares pero cargadas de vibraciones y magnetismo; había hojas que caían y que llevaban un mensaje cifrado; había lágrimas que se podían juntar en botellas, orines que se podían juntar en botellas, sangre que se podían juntar en botellas; había gatos y ya se sabe que los gatos son gatos de cualquier parte; había piedras que hablaban en algunas iglesias antiguas. ¿Fue Fleurety quien le enseño todo eso? Quizá. Pero también fueron los desengañados, los desilusionados, los defraudados; los que tenían miedo de todo; los que dudaban, los que celaban, los que deseaban, los melancólicos, los desesperados, los enfermos de amor y los enfermos de odio, todos los que llegaban al conventillo, todos los que pedían una respuesta y dejaban algo más que un poco de dinero, dejaban una especie de rastro invisible que ella después olfateaba y que la conducía en extraños itinerarios por todos los rincones de la ciudad.
Y aprendió así las invocaciones, los ademanes, el ritmo que la fuerza interior exigía.

Eduardo Gudiño Kieffer.