lunes, 27 de septiembre de 2010

La Musa Indiferente

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Era una persona a la que le gustaba leer y escribir. Tenía algunos trabajos escritos -cuentos cortos, alguna que otra crónica- y unas cuantas ideas que se veían prometedoras. El problema era que estaba bloqueado.
... Sabía que sus escritos no eran genialidades, pero consideraba que estaban bastante bien para empezar. Había leído mucho, y aunque parecía que eso no le había servido para pulir su estilo, sí le había ayudado en la redacción: solía hacer bastantes referencias -algunas más evidentes que otras- a obras o escritores que le parecían muy buenos. Era su forma de señalar, de mostrar textos que eran ignorados o muy poco valorados.
... Incluso se había armado un espacio en la web en donde (con un grupo de personas) publicaba sus propios textos y fragmentos de textos ajenos. Sin ver de quiénes eran los textos, se podía saber cuáles eran los suyos -el grosero estilo en el que escribía lo hacía muy evidente-, pero a él no le importaba; lo único que quería era mostrar lo que hacía al mundo.
... Pero en un momento tuvo que dejar de publicar. Y tuvo que dejar de publicar porque había dejado de escribir. Y había dejado de escribir porque no tenía ideas. Había un par de trabajos que estaban estancados y otros sin empezar. Estaban esperando ser retomados, esperando ser puestos en acción para poder fluir y que sus historias contaran lo que tenían que contar, pero el cerebro del autor estaba congelado, el hueco en el papel que se abría ante los ojos del escritor para que pudiera ver qué pasaba del otro lado y luego narrarlo se había cerrado, y daba la impresión de que así quedaría por mucho tiempo.

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