lunes, 25 de abril de 2016

Tragœdia

.
.
... Desciendo a oscuros abismos en donde ninguna esperanza puede florecer. Un alma inconmovible de carácter férreo, Cupido de alas negras, me guía por los pasillos estrechos. No puedo retroceder. ¿Retrasarme? Tampoco. Y ni se me ocurre intentar evitar mi destino. De alguna manera me doy cuenta de que voy atravesando umbrales, uno tras otro, aunque no sé qué hay en las habitaciones que se suceden. Todo es tan oscuro, tan silencioso, tan igual. De pronto nos detenemos. Creo que han sido siete las puertas, pero no estoy seguro. Aquí hay una fila de bancos bajo un haz de luz fría; el tercer asiento ostenta mi nombre. Es mi condena. Busco a quien me condujo a este lugar, pero se ha ido. Sé que debo esperar allí a que mi anhelo reciba una respuesta: hasta entonces no podré ser libre. Pregunto al recinto cuánto deberé esperar hasta saber, pero ni una voz se alza para responderme. Y entonces pienso que no hay peor tortura que el silencio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario