martes, 1 de junio de 2010

Diario de la guerra del cerdo (fragmento)

La miraba de cerca. Fijaba los ojos en los labios, en detalles de la piel, en el cuello, en las manos que le parecían expresivas y misteriosas. De pronto creyó que no besarla era una privación intolerable. Se dijo: "Estoy loco". Recapacitó que si la besaba, estropearía toda la ternura que ella tan espontáneamente le prodigaba. Caería tal vez en un error que la desilusionaría, que lo exhibiría como individuo insensible, incapaz de interpretar correctamente una efusión de generosidad; como un hipócrita, que se finge bueno, mientras hierve de apetitos groseros; como un tonto que se atreve a expresarlos. Pensó: "Esto no me pasaba antes" (y se dijo que el comentario se le volvía habitual). "En una situación así yo era un hombre frente a una mujer; ahora..." ¿Y si ahora se equivocaba? ¿Si perdía, por una incorregible timidez, la mejor oportunidad? ¿Por qué no ver las cosas humildemente, no entender que Nélida y él...?

Adolfo Bioy Casares
(1914-1999)

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