lunes, 23 de mayo de 2011

De donde Samuel ("Sammy", para los amigos), intenta explicar a su viejo porqué no va a rendir la última materia que le falta para terminar la carrera

de Sociología
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... No, viejo, no. Perdoname pero no. Sé que te defraudo. Sé que te duele. Sé que te jode. Sé que ya bastante te costó aceptar que siguiera Sociología cuando lo que vos querías era que me recibiera de Contador Público Nacional para ayudarte en el negocio. En esa época, hace cinco años, peleábamos mucho por la cosa. Ahora me doy cuenta de que desde tu punto de vista tenías razón. Sociología: ¿para qué sirve eso? me preguntabas. Y yo te decía que para hacer algo por el mundo, para aprender a conocer a la gente y sobre todo para poder enseñar y encauzar a la gente. No te convencí, ya sé, mis argumentos de adolescente no podían nada contra los de tu experiencia. Y tu generosidad, porque hasta me ofreciste otra cosa: si no querés de Contador, te pago la carrera de Médico o hasta de Abogado. Pero yo me emperré y me emperré y hasta me fui de casa unos días, ¿te acordás? Al final aflojaste, la vieja lloró tanto que aflojaste, es decir: vos te justificabas con los llantos de la vieja pero yo sé que en el fondo también habías cedido, no en vano se es hijo único.
... Y poco a poco te fuiste conformando, claro. Las buenas notas, esas cosas. No te gustaban mucho mis ideas, esas ideas "raras" que les meten a los muchachos en la cabeza en Humanidades, esas ideas que ni vos ni la parentela pueden concebir del todo, que te alejan del viejo y rancio sentido tribal, que te integran con los demás de una manera u otra, con los demás que según vos (y los tíos y las tías) deben permanecer aparte, mientras muchos, muchísimos de ellos (de los demás) piensan que somos nosotros los que debemos permanecer aparte. Esas ideas que te hacen comprender que si Israel arrasa una escuela en Egipto o una aldea entera en el Líbano es un pueblo agresor, pero que no podés manifestar a la hora de comer porque nunca falta una tía que te diga dignamente, despectivamente y ominosamente: Di Vist an idisher anti semit. Pero a veces hasta sonreías con orgullo cuando me escuchabas discutir. No intervenías pero yo podía ver tus ojos detrás de los gruesos cristales, la cabeza echada hacia atrás, la sonrisa apenas insinuada; podía oír en mi cerebro la frase que zumbaba en tu cerebro: "nadie puede decir que no es inteligente el muchacho, y en el fondo tal vez tenga razón".
... Y ahora yo te vengo con esto... Perdoname, pero no. No puedo seguir. No quiero ser Licenciado en Sociología, Doctor en Sociología, Mongo en Sociología. No voy a rendir la última materia que me falta, viejo. No. Y no me mirés así porque estoy decidido. Entendeme: no quiero tenerte lástima, no quiero traicionarme porque de pronto te tengo lástima. No voy a rendir. Es una sola materia, la última. Un solo examen, el último. Y después el título y ese legítimo orgullo tuyo que no voy a satisfacer. No, no quiero que me pagues para estudiar en Norteamérica. No, ni en Francia, ni Inglaterra. Escuchame, dejame hablar, no me interrumpás. Viejo: no puedo recibirme. Porque no se trata de lo que yo creía que era. Me he dado cuenta de muchas cosas. No sé si soy claro, pero mirá, el otro día vi la encuesta hecha por una compañía norteamericana en todo el mundo, desde las tribus bantúes hasta los países nórdicos, para que una gran empresa tabacalera encuentre las "motivaciones del consumidor" y duplique la producción y la venta de cigarrillos en el plazo de catorce meses. ¿Me entendés, viejo? No, yo sé que no, para qué te pregunto eso. Me puedo recibir, es cierto. Puedo ingresar en una gran compañía, integrar el plantel de "especialistas" que con más encuestas van a decidir la selección de personal, la selección de esclavos, de conformistas, de indiferentes a la larga. Tampoco entendés, claro, sobre todo si te digo que me tomarían con ciento cincuenta lucas para empezar. Pero oíme, oíme otra cosa: vi las planillas de otra gran encuesta originada en Nueva York, que se hace en toda América Latina, entre los marginados. ¿Qué son los marginados? Bueno, ponele los tipos de las villas miseria. Sí, que es para sacarlos justamente de las villas miseria. ¿Y para eso hay preguntas como "¿concurre usted a mitines políticos?" o "¿se plegaría a una huelga si consiguiera trabajo?"... ¡Vamos, viejo! Para sacarlos de una villa miseria y meterlos en una miseria mental. Sí, tal vez tengás razón, tal vez soy el mismo idealista imbécil de cinco años atrás, tal vez después me arrepienta, tal vez todo lo que vos quieras; tal vez inconsecuente porque antes pensaba que con la Sociología iba a salvar el mundo y ahora ni eso, tal vez cobarde porque no quiero enfrentar la realidad. Pero pensá un poco, viejo: prefiero ser cobarde antes que ser cómplice. Prefiero la inacción, el dejarme estar, antes de ser el activista de una violencia que nos viene de arriba, de una maquinaria sin cerebro humano, de una especie de computadora que nos va a transformar a todos en cifras. No, vos no leíste a Huxley, no sabés lo que era su "Mundo feliz". Te lo digo de otro modo entonces: no me recibo, viejo, no me recibo nada porque no se me canta, porque no se me da la gana, porque estoy podrido, porque quiero ser yo mismo. Aunque sea en ese puesto que me ofrecieron en la Dirección de Suministros de la Municipalidad. O ayudándote en el negocio, si querés. Pero basta. Y no llorés, viejo. No llorés. Creéme: es mejor así. Está bien, de acuerdo, me envenenaron las ideas "raras". Estoy envenenado. Vos también. Todos. Y por lo menos dejá que me muera de otro veneno: el de no saber qué hacer, el de no saber para qué sirvo, el de no saber para qué estoy vivo.


(Eduardo Gudiño Kieffer: Carta abierta a Buenos Aires violento, 1970)

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