sábado, 27 de agosto de 2011

Virgo

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... Sexto signo del Zodíaco, simbolizado por una doncella con una espiga de trigo en la mano y un semblante sereno. Cabe decir que los de virgo suelen tener de virgo sólo la cara. Mucha independencia, mucha moderación, mucho recato, pero cuando quieren fiesta agarrate. ¡Dios mío, qué putas que son las virginianas! ¡Y los tipos son más mujeriegos que semental en celo! Yo no sé quién le habrá puesto nombre y símbolo a los signos del Zodíaco, pero en éste la pifió mal...
... Bueno, como sea. La convención social (porque, disculpen ustedes, pero en este caso discrepo totalmente) indica que este signo es proclive a la creatividad y a la practicidad, y siente constantemente la necesidad de estar en soledad (aunque es muy difícil organizar orgías solitarias...)
... Virgo suele ser muy detallista, casi rozando el hinchapelotismo. Aunque esto no suele ser un rasgo circunscripto a este signo particularmente.
... OCUPACIONES Y NEGOCIOS: Toda su vida se esforzó para lograr el éxito. Sorpresivamente lo está logrando, aunque ni usted sabe cómo. Siga así, que parece que funciona.
... AMOR: Suele anotarse algún punto de vez en cuando, pero lo que consigue ni dura mucho ni es gran cosa. Pruebe cambiando de equipo.
... SALUD: Cuídese la nariz. Luego del golpe recibido no quedó muy bien, y ahora amenaza con escapársele en cualquier estornudo.
... SORPRESA: Descubre que todos los deseos que pide al soplar las velitas de su torta de cumpleaños se están cumpliendo, aunque con un poco de retraso. Hace unos días le llegó el sonajero con luces. Ahora se viene el deseo que pidió al cumplir dos años.
... METAL: Níquel(odeon) (Quién diría, tan grandote y tan boludón...)
... PIEDRA: Cálculo biliar.
... COLOR: Azulengo.

lunes, 22 de agosto de 2011

Segunda fábula de Adán

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... Por si no te lo contaron te lo cuento: cuando Adán bajó de la nave espacial, sabía que era el primer hombre que se salvaba del Gran Holocausto en el que se inmolaba su especie.
... Sabía también que pronto, en otra nave espacial, llegaría una mujer concebida y programada como él, en un laboratorio científico donde se combinaran genes perfectos, para iniciar en un remoto asteroide la vida que, en la Tierra, quedaría interrumpida por la ambición, el odio y la violencia desatados en un conflicto suicida. Sabía que esa mujer respondería al nombre de Eva y él mismo al de Adán, porque así lo habían decidido -¡simbólico capricho!- aquellos sabios que en misteriosas probetas y sin recurrir a la unión física de macho y hembra, lograran crearlos en la plenitud de la fuerza, la belleza y la inteligencia. Y en la absoluta esencia de amor.
... Adán ignoraba lo que era el amor.
... Al dar unos pasos comprobó que, contra todas las investigaciones, las deducciones y las presunciones, ya había vida a su alrededor. Pero no estaba en insectos, peces o animales, no estaba en microorganismos o células primitivas. Estaba en otra cosa a la que sólo podía llamar otra cosa porque su memoria no registraba datos para identificarla. ¿Cómo nombrar, por ejemplo, a voces insonoras, a colores invisibles, a roces que no se advertían con la piel, a texturas que no llegaban por medio del tacto? ¿Cómo definir a un árbol que cambiaba de lugar sin que sus raíces dejaran huellas en el suelo transparente, a un árbol que no tenía ramas sino haces luminosos, a un árbol cuyas hojas fosforescentes no eran vegetales? ¿Cómo describir la flor que salía volando como un pájaro, o al pájaro que de pronto se inmovilizaba en una corola deslumbrante?
... Adán se dio cuenta de que al respirar saciaba su hambre y su sed, de que el viento a su alrededor se convertía en la sensación térmica adecuada, equilibrio justo de calor y frío, de que aquello que parecía presentarse como un olor recubría presencias de formas y matices indescriptibles. Sus cinco sentidos le servían, pero no como lo habían hecho en la Tierra. Podía saborear con los ojos, ver con los oídos, saborear con las yemas de los dedos, tocar con el olfato, oír con la lengua. Trastornado, volvió a la nave espacial, seguro de que allí encontraría la respuesta sin duda encerrada en el cerebro electrónico de Sage, la computadora que además de orientarlo en el vuelo fuera construida para solucionar todos sus eventuales problemas. Cuando se encontró frente al teclado, no supo qué signos apretar para obtener en la pantalla la solución a sus dudas. Es que, en realidad, no sabía cómo formular las preguntas. O, mejor dicho, no sabía qué preguntar. Por un instante se dijo que la sabiduría encerrada y coordinada en el aparato le resultaría inútil, porque estaba organizada para las condiciones terrestres. Recurrió por fin a la última tecla, esa que se había hecho el propósito de no tocar nunca porque hacerlo era como reconocer su propia impotencia; la tecla que respondía a una pregunta terrible para el orgullo: "¿Qué hago?". Pero no tuvo más remedio, y con el tembloroso índice de la derecha rozó apenas la superficie marfilina. Cerró los ojos para intentar descubrir la respuesta antes de leerla en la pantalla. No pudo y tuvo que rendirse. Al entreabrir los párpados vio titilar una sencillísima
palabra: "amor". ¿Amor? No sabía lo que era eso. Rápidamente compuso en otras teclas una nueva pregunta: "¿Dónde está el amor?". La sorprendente contestación fue: "En todas partes". Adán, que empezaba a sentir el alma dentro del cuerpo y el cuerpo envolviendo al alma en una unidad inefable, interrogó una vez más: "¿Cómo descubro al amor?". Y Sage le devolvió otras dos palabras, otras dos simples palabras, brillantes como promesas en la pantalla plateada: "Escribe poesía".
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... Moraleja: Solamente el amor te permite comprender al mundo más acá y más allá de los cinco sentidos. Solamente a través de la poesía se llega al amor. En la Tierra y en cualquier lugar del Universo. Esto tendrán que reconocerlo hasta las computadoras.


(Eduardo Gudiño Kieffer e Hilda Torres Varela: Historia y cuentos el alfabeto, 1987)

Primera fábula de Adán

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... Por si no te lo contaron te lo cuento: cuando Adán despertó del sueño de Dios no sabía que era el primer hombre.
... No sabía nada de nada. No sabía ni siquiera que nada al revés es Adán, y que Adán al revés es nada.
... A su alrededor los árboles hilaban perfumes y murmullos. Una iridiscente cascada de mariposas se precipitó desde las pálidas magnolias hacia las pálidas azucenas. Arriba, muy arriba, las nubes dibujaban en el horizonte perfiles de cúpulas con bordes incendiados. En las telarañas titilaban constelaciones de rocío, y una marimba de cristales líquidos repiqueteaba en el arroyo cercano.
... Adán se desperezó, se incorporó, bostezó. Al pasar sin querer la lengua por las comisuras de su boca, probó el gusto dulce de una gota de miel caída de un panal suspendido en las ramas altas. Echó a andar tratando de seguir una invisible algarabía, gárrula y estridente como el parloteo de los papagayos, que dejaba presentir el estridente y gárrulo colorido de sus plumas.
... Al caminar, Adán rozó con sus dedos la tersura de algún pétalo, la rugosidad de alguna corteza, la tibia suavidad de la piel del gamo que se le acercó mansamente. El gamo lo acompañó hasta la orilla del arroyo, donde Adán pudo contemplar por primera vez su imagen asombrada. Los cinco sentidos le abrían la primera puerta: el conocimiento de su cuerpo. Aun así seguía sin saber quién era, por qué y para qué estaba allí, en ese Jardín que era una flagrante invitación a la vida.
... Y se sintió triste. Hasta que una voz que comprendía no sólo el sonido, sino también la vista, el tacto, el gusto y el olfato, hizo correr con el viento una pregunta:
... -¿Adán?
... Adán supo de inmediato que esa pregunta, formulada por Alguien, era también una respuesta: su propio, único y verdadero nombre. Y que al aceptar ese nombre aceptaba también un don: el don de la palabra.
... A partir de entonces le resultó fácil, espontáneo y natural llamar agua al agua, tierra a la tierra, cielo al cielo. Dar un nombre a cada cosa.
... Sin embargo, el don no era suficiente para apagar la tristeza, para borrar el desconcierto. Porque nombrar al agua no era retener el agua, porque decir tierra no era perpetuar tierra, porque pronunciar cielo no era alcanzar el cielo. Apenas dichas las palabras se volaban como los pájaros, se marchitaban como las flores, desaparecían como desaparece el sol tragado por las tinieblas. Las palabras eran bellas, sí. Sonoras y expresivas. Pero tan fugaces y caprichosas como el tiempo. Nada podían hacer contra la nada. De tanto repetir "nada, nada, nada", Adán se dio cuenta de que nada al revés es Adán y de que Adán al revés es nada. Y la conciencia de la nada contenida en su nombre lo entristeció más todavía: estaba vivo en un lugar de la vida y se sentía impotente para vivir.
... Con su tristeza a cuestas llegó una tarde a orillas el mar. Nunca lo había visto y su inmensidad hizo que se sintiera más inútil. Se sentó en la playa mirando hacia el infinito, y sin querer tomó un caracol roto, vacío, que las olas habían olvidado al bajar la marea. También sin querer, con el borde filoso del caracol, trazó una línea sobre la arena. Una línea, nada más. Al mirarla, quizás impelido por el silencio de Alguien que sólo una vez lo había nombrado, agregó otra línea. Y otra, y otra. Y advirtió que con líneas ondulantes podía representar la palabra agua, que con líneas profundas podía representar la palabra tierra, que con líneas ascendentes podía representar la palabra cielo. Infinitas combinaciones de líneas simbolizaban palabras que ya no se volaban como los pájaros, que no se marchitaban como las flores, que no desaparecían como desaparece el sol tragado por las tinieblas. Las líneas perduraban, y si trazadas en la arena podían ser luego borradas por el mar, grabadas en piedra se eternizarían.
... Así, línea sobre línea, Adán logró el signo de su propio nombre. Adán: siempre nada al revés. Pero la nada escrita deja de ser nada; es algo porque todo lo escrito se convierte en realidad. Y algo más algo es una suma cuyo resultado es todo. Adán se descubrió como hombre cuando descubrió la escritura. Es decir: cuando descubrió el modo de fijar en letras la escurridiza memoria.
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... Moraleja: "La palabra escrita es la aniquilación de la nada".


(Eduardo Gudiño Kieffer e Hilda Torres Varela: Historia y cuentos del alfabeto, 1987)

domingo, 21 de agosto de 2011

A un poema acerca del agua, de Silvina Ocampo

A Silvina y a la condesa de Trípoli
que emana toda la noche profecías
O. PAZ

Tu modo de silenciarte en el poema.
Me abrís como a una flor
(sin duda una flor pobre, lamentable)
que ya no esperaba la terrible delicadeza
de la primavera. Me abrís, me abro,
me vuelvo de agua en tu poema de agua
que emana toda la noche profecías.

A. Pizarnik

La Coquito (fragmento)

(...) ¿No estaría enamorada Coquito? La madre al pronto se alarmó. ¡Sería horrible! Más vale que un tranvía la hubiera atropellado; pero su alarma duró poco. Conocía a su hija como si la hubiera parido dos veces y sabía que, afortunadamente, su corazón no estaba constituido para el amor; ella amaba el cuerpo, con sus limoncillos pectorales, con los ojos, con la boca, con todos sus órganos, pero con el corazón... No parecía sino que en el sitio en que los demás mortales tenemos esa víscera tan cursi, ella tenía un paquete de algodón hidrófilo.
(...)
Coquito enamorada no sería Coquito, porque todo su encanto, todo su prestigio, estaba en eso, en ese don especial con que el cielo la había dotado, esa insensibilidad para la pasión, que la hacía tomar del amor solo lo que este tiene de fisiológico, como una máquina de fabricar espasmos sin consecuencias. Con ella se tenía siempre la seguridad de que el amor de una hora no iba a convertirse en cadena para toda la vida.

Joaquín Belda.

viernes, 12 de agosto de 2011

Caperucita Roja políticamente correcta

Érase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita Roja que vivía con su madre en la linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, atención, sino porque ello representa un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad. Además, su abuela no estaba enferma; antes bien, gozaba de completa salud física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que era.
Así, Caperucita Roja cogió su cesta y emprendió el camino a través del bosque. Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él. Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana. De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un lobo que le preguntó qué llevaba en la cesta.
- Un saludable tentempié para mi abuela quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es -respondió.
- No sé si sabes, querida -dijo el lobo-, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola estos bosques. Respondió Caperucita:
- Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial (en tu caso propia y globalmente válida) que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino.
Caperucita Roja enfiló nuevamente el sendero. Pero el lobo, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, adoptando con ello una línea de conducta completamente válida para cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en el lecho. Caperucita Roja entró en la cabaña y dijo:
- Abuela, te he traído algunas chucherías bajas en calorías y en sodio en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca.
- Acércate más, criatura, para que pueda verte -dijo suavemente el lobo desde el lecho.
- ¡Oh! -repuso Caperucita. Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo.
- Pero, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!
- Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.
- Y, abuela, ¡qué nariz tan grande tienes! (relativamente hablando, claro está, y, a su modo, indudablemente atractiva).
- Y… ¡abuela, qué dientes tan grandes tienes!
Respondió el lobo:
- Soy feliz de ser quien soy y lo que soy…
Y, saltando de la cama, aferró a Caperucita Roja con sus garras, dispuesto a devorarla. Caperucita gritó; no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión que había realizado de su espacio personal. Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera (o técnicos en combustibles vegetales, como él mismo prefería considerarse) que pasaba por allí. Al entrar en la cabaña, advirtió el revuelo y trató de intervenir. Pero apenas había alzado su hacha cuando tanto el lobo como Caperucita Roja se detuvieron simultáneamente…
- ¿Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo? -inquirió Caperucita. El operario maderero parpadeó e intentó responder, pero las palabras no acudían a sus labios.
- ¡Se cree acaso que puede irrumpir aquí como un Neandertalense cualquiera y delegar su capacidad de reflexión en el arma que lleva consigo! -prosiguió Caperucita. ¡Sexista! ¡Racista! ¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre. Al oír el apasionado discurso de Caperucita, la abuela saltó de la panza del lobo, arrebató el hacha al operario maderero y le cortó la cabeza. Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y el lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron instaurar una forma alternativa de comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuos y, juntos, vivieron felices en los bosques para siempre.
James Finn Garner: Cuentos infantiles políticamente correctos. CIRCE Ediciones, S.A. Barcelona.

domingo, 7 de agosto de 2011

Las columnas del templo

¿Qué sabe el hombre, en efecto? Nada, y sin embargo, no le es permitido ignorar nada.
No sabe nada, y está llamado a conocerlo todo.
Ahora bien, el conocimiento supone el binario.
El binario es el generador de la sociedad y de la ley, es también el numero de la gnosis. El binario es la unidad, multiplicándose a sí misma para crear, y es por esto por lo que los símbolos sagrados hacen salir a Eva del mismo pecho de Adán.
Adán es el tetragrama humano que se resume en el jod misterioso imagen del falso cabalísticos.
(...)
Lo que está arriba -dice Hermes- iguala a lo que está abajo; he aquí el binario sirviendo de medida la unidad, y la relación de igualdad entre lo de arriba y lo de abajo es lo que forma el ternario.
El principio creador es el falo ideal, y el principio creado el cteis formal.
La inserción del falo vertical en el cteis horizontal forma el stauros de los gnósticos, o la cruz filosófica de los masones. Así el cruzamiento de dos, produce cuatro, que moviéndose, determina el círculo con todos sus grados.
(...)
Estas dos columnas explican en cábala todos los misterios del antagonismo, sea natural, sea político, sea religioso, como asimismo la lucha entre el hombre y la mujer, porque, según la ley de la naturaleza la mujer debe resistir al hombre y este debe encantarla o someterla.
El principio activo busca al principio pasivo; la plenitud está enamorada del vacío. Las fauces de la serpiente atraen su cola y, al girar sobre sí misma, se huye y se persigue.
La mujer es la creación del hombre y la creación universal es la mujer del primer principio.
Cuando el ser principio se ha hecho creador, ha erigido un jod o un falo, y para abrirle camino en la plenitud de la luz increada, ha debido cavar un cteis o una fosa de sombra igual a la dimensión determinada por su deseo creador y atribuida por él al jod ideal de la luz radiante.
(...)
¿Qué es, por consiguiente la creación? Es la casa del Verbo creador. ¿Qué es el cteis? Es la casa del falso. ¿Cuál es la naturaleza del principio activo? La de expandirse. ¿Cuál la del principio pasivo? La de reunirse y fecundar.
¿Qué es el hombre? El iniciador, el que rompe, trabaja y siembra.
¿Qué es la mujer? La formadora, la que reúne, riega y cosecha.
El hombre hace la guerra y la mujer procura la paz; el hombre destruye para crear, la mujer edifica para conservar; el hombre es la revolución, la mujer es la conciliación; el hombre es el padre de Caín, la mujer es la madre de Abel.
¿Qué es la sabiduría? Es la conciliación y la unión de dos principios; es la dulzura de Abel dirigiendo la energía de Caín; es el hombre siguiendo las dulces inspiraciones de la mujer; es el vicio vencido por el legítimo matrimonio; es la energía revolucionaria dulcificada y domada por las suavidades del orden y de la paz; es el orgullo sometido al amor; es la ciencia reconociendo las inspiraciones de la fe.
(...)
La unidad no puede manifestarse más que por el binario; la unidad por sí sola y la idea de la unidad son ya dos.
La unidad del macrocosmos se revela por los dos vértices opuestos de los dos triángulos.
La unidad humana es completa por la derecha y por la izquierda. El hombre primitivo es andrógino. Todos los órganos del cuerpo humano están dispuestos por pares, excepto la nariz, la lengua, el ombligo y el jod cabalístico.

Eliphas Levi, en Dogma y Ritual de la Alta Magia.