sábado, 3 de septiembre de 2011

El regreso

El hombre andaba de vuelta de andar y andar los caminos. Venía medio cansado por tanto haber recorrido.
Se encontró con una planta, una planta con una hermosa flor, que el Señor le había tendido al costado del camino. Y se tentó, y tomó la flor, para probar qué sentía... Y volvió a caminar caminos ya recorridos... Y a aquella flor la acompañaron dos pimpollos que brotaron, que iluminaron de sol el camino de aquel hombre, que volvía ya cansado.
Y volvió a renacer la dicha que había tenido. Hinchó su pecho orgulloso por lo que tanto tenía... Le agradeció al Señor por lo que no merecía o acaso sí merecía.
Ella era una princesa y él era el hombre de la casa; era un regalo del cielo por tanto que había luchado, por tanto que había sufrido...
Con la ayuda del Señor y los pimpollos, tomaría de la mano aquella flor que tenía y volvería al camino que ya había recorrido. Una fuerza incontrolable dentro suyo se metía, no bajaría los brazos, contra todo pelearía y agradeciéndole a Dios, a la meta llegaría...

(Un viejo relato, un tanto modificado, de una persona muy lejana.)

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