A medida que nos adentrábamos en el siglo XX, la Iglesia Católica empezó a tener que vérselas con una idea nueva, la del mal con m minúscula. Con un diablo que no era un monstruo rojo de cuernos, la cola bifurcada, pezuñas hendidas y todo, ni una serpiente que se deslizaba por el jardín... por más adecuada psicológicamente que sea la imagen. El diablo, de acuerdo con el Evangelio, según Freud, sería algo neutro, el subconsciente de todos nosotros (...). Ahuyentar al diablo de Freud es tan imposible como el problema de Shylock... cortar una libra de carne sin derramar una gota de sangre. La Iglesia Católica se ha visto obligada a replantearse toda su enfoque del mal... por los bombardeos sobre Camboya, por las guerras en Irlanda y en Oriente Medio, por los asesinatos de policías y los tumultos en los ghettos, por los millones y millones de pequeños males que todos los días se vuelcan sobre el mundo como una plaga de mosquitos. Y el proceso en que se encuentra ahora es el de despojarse del viejo pellejo de médico brujo para renacer como un organismo socialmente activo y movido por la conciencia social. Los centros de orientación psicológica de las grandes ciudades predominan sobre el confesionario. La comunión hace de segundo violín al movimiento por los derechos civiles y por la renovación urbanística.
La Iglesia ha estado ocupada en la tarea de apoyar ambos pies sobre este mundo. En donde no hay brujas, ni íncubos, ni vampiros, sino apenas niños maltratados, incestos y contaminación del medio (...).
Es la forma que tiene la Iglesia Católica de decir que Dios no ha muerto, apenas si está un poco senil.
Stephen King
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