CABALLERO.-No lo pienses más, Ricardo Jordán. Tu amante te ha traicionado. Tus amigos, también. Estás al borde de la ruina. Tal vez de la cárcel. En estas condiciones, el único que puede salvarte soy yo.
(Ricardo mira sorprendido a su alrededor y luego al desconocido,
como si tardara en darse cuenta.)
RICARDO (Se levanta). - ¿Quién es usted?
CABALLERO.- Un viejo amigo. Cuando eras niño y tenías fe, soñabas conmigo muchas noches. ¿No te acuerdas de mí?
RICARDO.- Creo que he visto esa cara alguna vez... no sé dónde.
CABALLERO.- En un libro de estampas que tenía tu madre, donde se hablaba ingenuamente del cielo y del infierno. ¿Recuerdas? Página octava..., a la izquierda.
RICARDO (Mirándolo fijamente.) - ¿Entre una nube de humo? ¿Con una capa roja y una pluma de gallo?
CABALLERO.- Era el traje de la época. Ha habido que cambiar un poco la tramoya y la guardarropía, para ponerse a tono.
RICARDO (No queriendo creer.) - ¡No...!
CABALLERO.- Sí.
RICARDO (Se restriega los ojos.) -Hablemos en serio, por favor... ¿No pretenderá hacerme creer que estoy tratando con... con...?
CABALLERO.- Dilo sin miedo. Con el diablo en persona.
RICARDO.- ¡Demonio!
CABALLERO.- También. Todos mis nombres se usan como exclamación.
RICARDO (Tratando de reaccionar.) -Desconocido señor; yo no sé de qué manicomio se ha escapado usted ni qué es lo que se propone. Pero le advierto que ha elegido muy mal momento.
CABALLERO. -¿Malo, por qué? ¿No estabas desesperado cuando llegué?
RICARDO. -Eso sí; puede jurarlo.
CABALLERO. -¿Entonces...? Yo siempre elijo para los hombres ese mal cuarto de hora que vosotros elegís para las mujeres.
RICARDO. - ¿Pero se da cuenta de lo absurdo de esta situación? Usted no puede estar ahí, aunque lo crea. El diablo no es un personaje de carne y hueso. Es una idea abstracta.
CABALLERO. - Y sin embargo, aquí me tienes. De vez en cuando, hasta las ideas abstractas necesitamos salir a estirar las piernas.
RICARDO. - No puede ser. Una aparición en estos tiempos... ¡y con esa facha!
CABALLERO (Ofendido, mirándose) - ¿Facha?
RICARDO. - Perdón; quiero decir, con ese aspecto provinciano, de pequeño burgués.
CABALLERO. - Te diré; en realidad hay tres diablos distintos según la jerarquía de las almas. Hay uno aristocrático y sutil, para tentar a los reyes y a los santos. Hay otro, apasionado y popular, para uso de los poetas y los campesinos. Yo soy el diablo de la clase media.
Alejandro Casona
(escritor español)
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