lunes, 5 de octubre de 2009

Carta de una Señorita aceptando al pretendiente

Segismundo:
Con el pensamiento fijo en sus manifestaciones, no puedo dejar de contestarle, mi buen amigo. Es tan amable, que, francamente, merece mi atención. Le tengo presente en las horas del día y de la noche... A veces me desvelo para luego adormecerme bajo el recuerdo de su silueta. Ha quebrantado mi espíritu y al hacerle dueño de mi simpatía, sepa respetarme tal cual le seré yo fiel hasta la muerte. Que nuestro afecto no se entibie y que hagamos de dos corazones uno solo. Vivir amando bajo la esperanza de la fe en sí mismo.
Quien le entrega su corazón.
Nilda.
En la década del cuarenta circulaban con mucho éxito libros de "Consejos para el Enamorado".
Supuestamente, el pobre no sabía dar un solo paso sin ayuda. Allí se lo enteraba de un código hermético, para iniciados. El lenguaje de los objetos imprescindibles: el pañuelo, la tarjeta, el abanico, las flores.
Estos libros traían modelos de cartas de amor, teniendo en cuenta la más variada gama de vicisitudes: "Carta a una señorita que se vio sólo una vez", "Carta de pedido de disculpas por falta de respeto", (...).
En esos tiempos, la carta era integrante ineludible del rito amoroso, especialmente en la etapa de la conquista. (...)
Todos aquellos temerosos del corto alcance de su vuelo poético tenían el problema resuelto.
De todas maneras, eso se parecía mucho a lo que él hubiera querido decir y, lo que es fundamental, tendrá un efecto satisfactorio, ya que si figura en el libro quiere decir que es lo más correcto. Es el modelo.
(...) "Josefina: Hoy le mando la de la página 20, pero pase por alto lo de los últimos renglones, porque no vienen al caso. Roberto."
"Roberto: Su carta me ha encantado, le mando dos, las páginas 3 y 4. No les quite nada, que nada está de más. Josefina."
En "Amores para armar. Colección de cartas de amor"
Recopilación de Liliana Viola.

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