Maldigo tu belleza porque esquiva los borroneados límites de mi autocontrol, porque me sume en la desesperación cuando siento su ausencia, porque hace dolorosa mi existencia.
Es un modo retorcido y enfermizo de desearte, pero no puedo evitarlo...
Tus ojos siempre aparecen en mi memoria. Insistentes, verdes... Y logran hundirme en un sopor angustiante, en un dolor placentero...
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