domingo, 6 de marzo de 2011

Colores

Estaba encerrada. Gris. Y la oscuridad se cernía sobre ella como una verdad innegable. Cada resquicio de la habitación rezumaba odio, rencor y otras cosas que no se atrevía a definir.
Sin embargo, toda ella era color, porque no hubo nada, nada que le quite su hermosa voz. Cantaba. Un día, melodías de amores lejanos. Otro día, la invadían canciones tristes que reemplazaban las lágrimas de las que ya ni siquiera conocía su significado. A veces, tímidamente, ensayaba unos pequeños pasos de baile. Los días de sol, las canciones tontas retumbaban en su garganta. Los días de lluvia, solo canciones sobre amores demasiado puros...
Él... Lo peor de todo era que él la amaba, realmente la amaba, pero ella estaba encerrada, estaba allí, en ese lugar de donde él no podía sacarla porque no sabía cómo hacerlo.
Había conocido sus colores y la visión de ellos casi lo enloquece. Ella, hace años ya, lo sumergió en el éxtasis más puro y él, cayó definitivamente en su trampa. Pero, ahora, otra vez ella había caído en ese lugar frío, gris... Él estaba desesperado porque allí no podía verla. Y esa oscuridad, esa asquerosa cosa gris lo estaba invadiendo a él también.
Y así pasaban los días para ella. Hace un tiempo, alguien había conocido la magia de sus colores pero ella tuvo miedo: miedo de exponerse a él y hacerle perder la cordura.
Aunque ahora ya era tarde.

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