SALOMÉ.- ¡Jokanaan, estoy prendada de tu cuerpo! Tu cuerpo es blanco como las azucenas, nunca tocadas de la hoz. Tu cuerpo es blanco como la nieve que cubre las montañas de Judea y se difunde por los valles. Las rosas del jardín de la Reina de Arabia no son tan blancas como tu cuerpo. Ni las rosas del jardín de la Reina de Arabia, ni el fragante jardín de la Reina de Arabia, ni los pies de la aurora al posarse sobre el follaje, ni el seno de la luna en el seno del mar...; nada en el mundo es tan blanco como tu cuerpo. ¡Déjame que toque tu cuerpo!
JOKANAAN: ¡Atrás, hija de Babilonia! Por la mujer vino el mal a este mundo. No me hables. No quiero escucharte. Yo solo escucho la voz del Señor, mi Dios.
Oscar Wilde.
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