martes, 29 de septiembre de 2009

Si una noche de invierno un viajero (fragmento)

La conclusión a la que he llegado es que la lectura es una operación sin objeto, o que su verdadero objeto es ella misma. El libro es un soporte accesorio o incluso un pretexto.

Ítalo Calvino

Si una noche de invierno un viajero (fragmento)

Leer -dice- es siempre esto: hay una cosa que está ahí, una cosa hecha de escritura, un objeto sólido, material, que no se puede cambiar, y a través de esta cosa nos enfrentamos con alguna otra que no está presente, alguna otra que forma parte del mundo inmaterial, invisible, porque es sólo pensable, imaginable, o porque ha existido y ya no existe, ha pasado, perdida, inalcanzable, al país de los muertos... (...) Leer es ir al encuentro de algo que está a punto de ser y aún nadie sabe qué será.

Ítalo Calvino

lunes, 28 de septiembre de 2009

Cementerio de Animales (fragmento)

Había insolaciones e infartos y derrames y, quizás, hacia el final de una larga tarde de verano en Orlando hubiera incluso una tormenta; hasta el mismo Oz el Ggande y Teggible estaba allí: podía vérselo entrando al Reino Mágico por los rieles de su trencito, o mirando desde uno de los Dumbos Voladores con su mirada neutra y estúpida.
Louis y Gage habían llegado a aceptarlo como un personaje más del parque como Mickey o Tribilín o el benemérito señor Rico Mc Pato. Pero era el único con el que nadie quería sacarse una foto, el único al que nadie quería presentarle a su hijo o a su hija. Louis y Gage lo conocían; lo habían visto y enfrentado en Nueva Inglaterra, algún tiempo atrás. Estaba esperando que uno se atragantara con una bolita, que se sofocara con una bolsita de polietileno, que volara a la eternidad gracias a una dosis súbita y letal de electricidad: A Su Disponibilidad En Este Mismo Momento En El Enchufe Más Cercano. Había muerte en una bolsita de maníes, en una chuleta, en el siguiente atado de cigarrillos, Él rondaba todo el tiempo, ominoso y atento. Hipodérmicas sucias, escarabajos venenosos, cables pelados, incendios en el bosque. Cuando uno se metía bajo la ducha o en la bañadera, Oz se metía también: Dúchese con un Amigo. Cuando uno subía a un avión, Oz llevaba nuestra tarjeta de embarque. Estaba en el agua que bebíamos, en la comida que comíamos. "¿Quién anda ahí?", gritaba uno en la oscuridad cuando estaba solo y asustado, y lo que se oía era la respuesta de él: "No tengas miedo, soy yo. Hola, ¿qué tal? Tienes cáncer en los intestinos, ¡qué risa! ¡Septicemia! ¡Leucemia! ¡Arterioesclerosis! ¡Trombosis coronaria! ¡Encefalitis! ¡Osteomielitis! ¡Qué diablos, allá vamos! Un drogadicto en el callejón con un cuchillo. Un llamado telefónico en el medio de la noche. Sangre mezclada con ácido de la batería en alguna autopista de Carolina del Norte. Grandes puñados de píldora para dormir. El azulado peculiar de las uñas en los asfixiados: en su último esfuerzo por sobrevivir el cerebro toma todo el oxígeno disponible, hasta el de las células vivas bajo las uñas.
"Hola amigos, mi nombre es Oz el Ggande y Teggible, pero pueden llamarme Oz si quieren; diablos, si ya somos viejos amigos. Pasé por su casa para llevarme a alguien con un pequeño infarto o un derrame cerebral o algo así; no puedo quedarme, tengo que ver a una mujer en un parto difícil y después me espera un pequeño trabajo de inhalación en Omaha..."

Stephen King

Averno

La doncella se sumerge en un mar de locura con él. Pasión, lujuria y luego arrepentimiento...
Ese príncipe oscuro la arrastró, absorbió la vitalidad y la pureza de su alma.
Con tu lúgubre corazón ¿dónde irás?
Tu alma se ha secado y los ángeles caídos se arrastran a tus pies.
¿Dónde está tu príncipe? ¿Volverá?
¿Quién podrá callar ahora las voces en tu mente?
¿Quién curará tu mancillado corazón?
Podrías escapar hacia la luz, donde él no podrá encontrarte...
Probablemente seas castigada y desearás nunca haberlo conocido, pero estarás a salvo.
En tus pesadillas verás a ese príncipe y te ahogarán tus sollozos pero un ángel oirá tus lamentos y te rescatará...

viernes, 25 de septiembre de 2009

Sinfonía de ruptura en Mi menor

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-Hola, hola.

-¿Qué quieres de mí?
-Escucha...
-No quiero escuchar, no quiero saber...
-No puedo soportar perderte.
-¡No hables!
-¿No recuerdas que me dijiste que me amabas, cariño?
-No puedo recordar si fue un error.
-Aquellas palabras perfumaron mi alma.
-He estado sola todo el tiempo.
-No estás sola; no importa lo que te hayan dicho, no estás sola.
-Muy de vez en cuando me siento un poco sola y nunca estás alrededor.
-Deja que todas tus heridas mueran.
-Me he enamorado por primera vez, y esta vez sé que es real.
-¡No puedo creer las noticias de hoy!
-Lo siento.
-Dime ahora qué hacer.
-No hay nada que puedas hacer o decir.
-No me rendiré.
-Por favor, por favor perdóname, pero no estaré en casa otra vez.
-Sin ti, el poeta dentro mío está muerto.
-Debo partir.
-Por favor, no me dejes solo.
-Este amor es demasiado bueno para durar.
-¡Abrázame, mi amor!
-¡Déjame, déjame, déjame!
-No digas que es el fin del camino...
-No hay nada que puedas decir para hacerme cambiar de opinión. Adiós.

martes, 22 de septiembre de 2009

Elevator

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... La puerta se abrió. Entró. Pulsó el botón que indicaba el noveno piso.
... Esperó.
... La puerta se cerró. El ascensor comenzó a elevarse. Primer piso. Segundo. Tercero. Se detuvo de golpe.
... Por un instante no sucedió nada. Estaba por pulsar el botón de la alarma cuando arrancó de nuevo. Siguió elevándose hasta el cuarto piso.
... Luego el quinto.
... Luego el sexto.
... Antes de llegar al séptimo, se detuvo otra vez.
... El ventilador dejó de funcionar. Las luces parpadearon. "Me quedaré encerrado", pensó. El techo crujió.
... Arrancó.
... Llegó al séptimo piso. Al octavo. Al noveno.
... Pero no se detuvo.
... Siguió hasta el décimo, luego al undécimo, y así hasta el último piso del edificio, donde se detuvo.
... La puerta no se abrió.
... Pulsó el botón que indicaba la apertura de las puertas, pero no se abrieron. Pulsó el botón de la alarma, pero no sonó.
... Se apagaron las luces.
... Luego de dos minutos, volvieron a encenderse, y el ascensor descendió.
... Pasó por todos los pisos sin detenerse, hasta que llegó a la planta baja.
... La puerta se abrió.
... Tres personas entraron en el elevador vacío. Pulsaron el botón que indicaba el noveno piso.

jueves, 17 de septiembre de 2009

La jaula

Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.

Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.

Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.

Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.


(Alejandra Pizarnik,
de "Las aventuras perdidas", 1958)

Desorden

Con su poder ella abrió la ventana sin tocarla siquiera. Él cayó. Hasta pudo escuchar el sonido del cráneo contra el asfalto... Y después los gritos. ¡Que maravilloso sonido! Era la representación del horror, de miedo. Los gritos...
¡Y el desorden! Ella adoraba el desorden que se generaba después de una muerte. Era la destrucción de cualquier jerarquía... Y cuando eso sucedía, bueno, sentía que cada vez más ese mundo externo se parecía a su mundo interno.
La podredumbre que la invadía se diseminaba por otros terrenos y si bien, eso no la hacía feliz, la reconfortaba por unos instantes.

martes, 15 de septiembre de 2009

It (fragmentos)

"-No comprendo esto en absoluto. No comprendo nada de todo esto. ¿Es forzoso que un cuento deba ser socioalgo? Política... Cultura... Historia... ¿No son ingredientes naturales de cualquier relato, si está bien contado? Es decir...- Mira en derredor, ve ojos hostiles y comprende, oscuramente, que lo consideran una especie de ataque. Tal vez lo sea. Están pensando que quizá tengan a un sexista mercader de muerte entre ellos.
-Es decir... ¿ustedes no pueden permitir que un cuento sea, simplemente, un cuento?"



Si la ficción y la política llegan, alguna vez, a ser intercambiables, voy a suicidarme, porque ya no sabré que hacer. La política cambia siempre ¿se dan cuenta? Los cuentos, jamás.


It (Eso) (Fragmentos)
Stephen King.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Instrucciones para ser feliz

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... Salta. Brinca. Corre. Corre hasta que no puedas más. Hasta que sientas que eres la única persona en el mundo. Corre hasta que te olvides de todo lo que te hace mal. Llena tus pulmones de aire nuevo, mira el paisaje que se extiende ante ti. No pienses. Solo mira.
... Quédate hasta que sientas que la paz y la tranquilidad te invaden. Cierra los ojos. Respira hondo. Sonríe...
... Ahora sí: vuelve. Pero vuelve con una sonrisa y un pensamiento optimista. Piensa que todo tiene solución, no hay mal que dure cien años.
... Compra un ramo de flores. Vístete de colores alegres. Convéncete de que la vida es hermosa, y no dejes que nadie te lleve por delante.
... Vive...

La ciudad (fragmento)

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... La ciudad esperaba desde hacía veinte mil años.
... El planeta se movió en el espacio, y las flores del campo crecieron y cayeron, y la ciudad todavía esperaba. Y los ríos del planeta crecieron y se secaron y se convirtieron en polvo, y la ciudad todavía esperaba. Los vientos, que habían sido impetuosos y jóvenes, se hicieron serenos y viejos, y las nubes del cielo, ayer desgarradas y rotas, flotaron libremente en una perezosa blancura. Y la ciudad todavía esperaba.
... La ciudad esperaba con sus vidrios y sus negras paredes de obsidiana, y sus torres altas y sus desnudas almenas, con sus calles desiertas y sus limpios pestillos, sin papeles ni huellas digitales. La ciudad esperaba y el planeta daba vueltas en el espacio alrededor de un sol blanco y azul, y las estaciones pasaban del hielo al fuego, y otra vez al hielo, y luego aparecían los campos verdes y los prados amarillos del verano.
... Y en la mitad del año veinte mil la ciudad dejó de esperar.
... Un cohete apareció en el cielo.
(Ray Bradbury: El hombre ilustrado, 1951)

Soledad

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... Ya hacía incontables años que estaba solo. A veces le parecía que habían pasado muchos años desde que nació, cientos, miles, millones de años, e incluso dudaba si había nacido alguna vez, porque ya ni se acordaba si tenía padres o siquiera parientes cercanos.
... El universo era su hogar, y las estrellas, su única compañía. De tanto en tanto algún sol iluminaba débilmente la oscuridad casi eterna en la que estaba sumido.
... Hasta que un día (nunca supo cuándo exactamente) se cansó de estar solo. Entonces eligió una esfera estable y la pobló con seres de su imaginación. Creó plantas, pero como éstas eran indiferentes a su soledad, las dejó de lado y creó seres con movimiento.
... Al principio se entretenía jugando con ellos, pero luego quiso amansarlos un poco, ya que eran violentos (unos más que otros), pero no fue posible, y de a poco los fue dejando solos, hasta que, cansado de su indiferencia para con él, les envió la noche eterna.
... Pero seguía sintiéndose solo, y nadie estaba allí para acompañarlo.
... Entonces creó otros seres con movimiento, de menor tamaño y más variados, y los fue separando en grupos en diferentes lugares de la esfera flotante para poder variar de compañía dada la ocasión. Pero esta vez los dejó que se establecieran solos, para luego venir a quedarse con ellos, y se fue a pasear por su casa (el universo).
... Pero cuando volvió, varios días después, no reconoció el lugar. De las especies que había dejado, no quedaba casi ninguna; sólo había seres que se parecían vagamente a los anteriores, y una dominaba a las otras.
... Éstos estaban organizados en comunidades, y vivían rápidamente, sin tiempo para congeniar con nadie, y menos con él, alguien desconocido. Eran despreciativos, arrogantes y malhumorados, sin sentimientos, por lo que los dejó. Esta vez permitió que se quedaran, porque comprendió que,e debido a su alta evolución, serían más difíciles de doblegar, y nadie iba a querer brindarle la compañía deseada. No sabía a qué se debía ese cambio, pero nunca supo que, en ese lugar, un día suyo valía por muchísimos para los habitantes de esa esfera.
... Cabizbajo, partió de ese lugar en busca de algún rincón de su casa (el universo) donde pudiera hallar a alguien que lo acompañara a lo largo de ese camino oscuro que era su existencia.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Cuando escucho el vals "Francia"

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... Una noche de amor, de silencio y de luz,
fui gentil Trovador,
fui doliente Cantor,
que embozado del mundo, en el negro capuz,
se fijó en el amor...
se fijó en el amor...

... Y al contemplar tu aparición,
viendo al Demonio, vi a la mujer...
Y mi emoción,
y tu emoción,
fueron candente llama hacia el placer.

... Y al contemplar tu aparición,
viendo al Demonio, vi a la mujer...
Y mi emoción,
y tu emoción,
fueron candente llama hacia el placer.

... Fue esa noche de amor, de silencio y de luz,
en que triste Cantor
y gentil Trovador,
embozado del mundo, en el negro capuz,
me fijé en el amor...
me fijé en el amor...

... Triste amor que se va
con la sombra de Ti...
de tu Canción,
-bella Canción del Más allá-.
Viajador, sin amor y sin confín,
cual Trovador,
pleno de amor,
soñaré en tu belleza hasta morir...

... Y si antes eres Tú la que se muere,
-tras los murmurios de tu voz-
iré de tu alma misteriosa en pos...
Y triste trovador,
lloraré mi dolor...
lloraré mi dolor...


(Claudio de Alas; 1916)

martes, 8 de septiembre de 2009

Una historia sin nombre

Muchas historias ya conocidas empiezan desde el final. Podría decirse que esta también, porque ahora voy a contar cómo termina: el personaje principal de este relato se va a morir.
La historia de este hombre que no tiene nombre empieza una tarde de verano…

Hacía mucho calor ese día de enero. En una ciudad sin nombre, en un barrio desconocido, en una casa con dirección inexistente, se encontraba un hombre de unos aproximados, difícilmente de asegurar, años, sentado en su sillón sin color alguno.
Este hombre no tiene nombre. Y se sentía mal por eso. Así que decidió que esa misma tarde saldría de viaje. No sabía a dónde.
Se subió a su camioneta y, sin mapa, se aventuró a manejar hacia el infinito por una ruta, que tampoco sabemos cuál era. Ni siquiera sabemos en qué país se encontraba.
Hacia el horizonte, ya en la ruta, podía ver cómo el calor que generaba el asfalto creaba una falsa impresión de algo que no podía describir.
Sabemos sí que escuchaba Bach. Lo único que tiene sentido en esta historia es la música. Bach le provocaba una sensación de oscuridad dentro de él. Rara, intrigante, atractiva, en escala menor, por supuesto.
Bueno; la cosa es que manejó durante varias horas, no sabemos cuántas, hasta que llegó a un pueblito que creyó fantasma. Pero no. Este pueblito se llamaba “Pueblo Chiquito”. Estacionó la camioneta en la única estación de servicio y se dispuso a llenar su tanque con nafta. Sintió hambre. Cuando terminó de cargar el tanque, entró en una cafetería (llamada “Pequeña Cafetería”) donde pidió para comer una diminuta medialuna y un pocillo de café.
Observó a su alrededor: estaba medio lleno (por lo tanto medio vacío) de gente. Gente que podríamos decir bastante común y bastante callada. Como las que aparecen en muchas pésimas películas norteamericanas cuando un personaje importante entra en una cafetería en un pueblo peligroso. Más o menos así, pueden hacerse una idea, supongo.
La mesera, una señorita muy alta, retiró de la mesa de nuestro hombre sin nombre la tacita y el platito. El hombre, entonces, le preguntó dónde podía encontrar un hotel o algo donde pasar la noche. La señorita, muy simpática, le informó que a dos cuadras había uno. También le dijo que lo distinguiría fácilmente, era el único en su pueblo. Y tenía razón. El pueblo tenía cinco cuadras, así que no le costó para nada encontrar ese hotel con tres habitaciones, donde sólo una estaba ocupada.
Nuestro hombre se registró en “Hotelito” y, como ya anochecía, se decidió por alojarse y dormir.
Había un televisor diminutísimo frente a la cama, con tan sólo tres canales. No vio nada interesante. Se acostó.
Estaba atravesando por ese momento en el que uno está casi dormido pero no completamente, así que todavía le quedaba algo de vigilia todavía cuando alguien tocó la puerta de su habitación chiquitita. Un poco asustado, más bien intrigado, preguntó quién era.
-Soy la única que no habita en Pueblo Chiquito y me alojo en la habitación número uno.
Nuestro hombre entreabrió la puerta y preguntó
-¿Qué quiere?
-Sólo charlar con alguien, ya charlé con todas las personas de este pueblo. Como se dará cuenta, no son muchas…
-No sé, no suelo hablar con desconocidos, dijo nuestro hombre.
-Bueno, como quiera. Pero creí que le interesaría salir de aquí y conocer otros lugares…
-Creyó bien.
Este es el momento de la historia en que el hombre descubre que es una mujer preciosa la que está del otro lado de la puerta. Por eso (y porque también quería conocer otros lugares, no se crean), guardó las pocas cosas que traía consigo y llevó a la señorita, por el momento desconocida, hasta la camioneta y se dispusieron a continuar viajando.
La mujer antes desconocida (porque ahora sabemos que se llama Sofía, tiene 27 años y es de una ciudad bastante alejada), le contó a nuestro hombre que vivía en una ciudad muy grande y que desde hacía un mes deambulaba por ahí tratando de encontrar algún lugar donde no fuera una persona completamente anónima. Había llegado a Pueblo Chiquito hacía dos semanas. Se sintió cómoda allí, por eso se quedó. Pero una vez que conoció todo entero aquél pueblito, se sintió tan aburrida que decidió esperar a alguien que llegara de algún otro lado. Y justo apareció nuestro hombre. Por eso aprovechó para salir con él de ese lugar.
-Y, ¿me vas a decir tu nombre? Preguntó Sofía.
-Te lo diría, pero no lo sé.
-¿Cómo no vas a saber tu nombre?
-Es que soy de una ciudad sin nombre. Nadie tiene nombre allí. Por eso salí a buscar un nombre; espero encontrarlo en algún lado, durante mi viaje.
-Ah. Que interesante.
-Sí.

Ahora en la radio escuchaban a Ravel. Esa música les dio una sensación de tranquilidad y confianza.

Manejaron por horas y horas, hasta que divisaron un cartel muy iluminado que les daba la bienvenida a “Ciudad de las luces”, pero no como Las Vegas, no se confundan. Esta, por lo que vieron desde lejos, era, claro, más chica (no tanto como “Pueblo Chiquito”) y no tan iluminada.

Podría continuar la historia. Pero prefiero dejarla en suspenso por ahora. Pronto continuará.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Una tumba sin fondo (fragmento)

Hacia el final de la comida, una vez que el cuerpo de mi pobre padre fue alzado del suelo, nos reunió a todos en el cuarto contiguo y nos habló de esta manera:
-Hijos míos, el extraño suceso que han presenciado es uno de los más desagradables incidentes en la vida de un hombre honrado, y les aseguro que me resulta poco agradable. Les ruego que crean que yo no he tenido nada que ver en su ejecución. Desde luego -añadió después de una pausa en la que bajó sus ojos abatidos por un profundo pensamiento-, desde luego es mejor que esté muerto.

Dijo estas palabras como si fuera una verdad tan obvia e incontrovertible que ninguno de nosotros tuvo el coraje de desafiar su asombro pidiendo una explicación. Cuando cualquiera de nosotros se equivocaba en algo, el aire de sorpresa de mi madre nos resultaba terrible. Un día, cuando en un arranque de mal humor me tomé la libertad de cortarle la oreja al bebé, sus simples palabras: "¡John, me sorprendes!", fueron para mí una recriminación tan severa que al fin de una noche de insomnio, fui llorando hasta ella y, arrojándome a sus pies, exclamé: "¡Madre, perdóname por haberte sorprendido!" Así, ahora, todos -incluso el bebé de una sola oreja- sentimos que aceptar sin preguntas el hecho de que era mejor, en cierto modo, que nuestro querido padre estuviese muerto, provocaría menos fricciones.


Ambrose Bierce.
Escritor estadounidense.
(1842-1914)

Rojo Sangre

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... Temo apagar la luz. No quiero quedar en la completa oscuridad, y menos aún descubrir que un resplandor rojizo surge de la nada, observándome.
.......... DIOS MÍO, ESOS OJOS...
... Sé que nada evitará el final que se avecina, pero aún espero que suceda algo que me salve.
.......... DÉJAME...
... Tal vez si lo cuento, si me desahogo, pueda soportar estas horas de angustia que anteceden al tan esperado amanecer. Quiero que, si al menos no puedo evitarlo,pueda llegar al fin tranquilo, sin miedo, capaz de enfrentar a ESO que viene por mí.
.......... ¡VETE!
... Sé que sonará raro. No los culpo. Al fin y al cabo, yo también leí esas historias de Stoker y King y tantos otros, y más allá del suspenso propio de la trama, yo sabía que esas historias eran ficciones. Al menos, creía que lo eran...
... Recuerdo que, cuando me mudé aquí, los de la inmobiliaria me miraron raro y murmuraron algo, como si hubieran sabido algo que no me dijeron, pero no le dí importancia. Más tarde, ya en el pueblo, muchos me preguntaron por qué me había mudado a este pueblo, pero cuando pregunté qué querían decir, simplemente sacudían la cabeza y se marchaban.
... Luego apareció la noticia en los diarios. Una niña había desaparecido. Nadie la encontró hasta cinco días después, semienterrada cerca del arroyo. Fue un golpe duro para la gente del pueblo, pacífica por naturaleza.
... Una semana después, otra niña desaparecía. Esta vez escuché ciertos comentarios entre los pobladores, entre ellos "había terminado" y "otra vez ocurre". Pregunté a qué se referían, pero negaron con la cabeza y se marcharon.
... Cuatro días más tarde desapareció una joven, pero ella apareció viva al día siguiente. Contó que había sentido a alguien seguirla por la calle cuando se dirigía a su casa. Se había dado vuelta y había visto una sombra con unos ojos rojos (ROJOS, SIEMPRE SON ROJOS) que la miraban fijamente. Había comenzado a adormecerse y, luego, se había encontrado caminando nuevamente hacia su casa. Qué había pasado en ese lapso, no lo sabía. Su mente estaba en blanco.
... El miedo comenzó a correr por entre la gente. La iglesia no daba abasto para contener y calmar a toda la gente que iba a buscar consuelo a esta tragedia que cada vez golpeaba más fuerte al pueblo.
.......... ¡DÉJAME EN PAZ!
... El tiempo transcurrió, y más personas fueron desapareciendo. Creo que más de la mitad del pueblo ya no sale de día... Las calles están vacías, y por las noches, la oscuridad oculta las sombras escurridizas de quienes alguna vez fueron mis vecinos.
... Creo que es inútil. El tiempo pasa, pero la mañana no llegará para mí. Siento un murmullo de ramas detrás de los vidrios de mi ventana, solo que sospecho que NO SON RAMAS...
... No hay más tiempo. No podré ni despedirme de mis familiares ni amigos. El resplandor rojo se refleja en los vidrios, y cada vez es más fuerte; siento que las fuerzas ma abandonan...
.......... ¡DIOS MÍO, ESOS OJOS!

sábado, 5 de septiembre de 2009

Pequeña reflexión

Retomando un cuadernito después de mucho tiempo. Las cosas han cambiado mucho. Los guías cambiaron, todo cambió, todo igual, todo así.

Releyendo cartas, resucitando muertos y matándome. Todo así, todo igual.

Las cosas, las cosas, ¿qué cosas? Bien, las cosas han cambiado mucho. No se cuales pero se que cambiaron. No se como. Así, de esta u otra manera, así sigue todo igual.

Una vez más enrolada en organizar, ordenar y tirar cosas para mudarme. Para mudarme otra vez y por fin. Chau pensión. Miró atrás: la decadencia. La decadencia de vivir en lo malo resignada.

Ni un recuerdo medianamente intenso en este cuarto. Nada sin ventanas puede ser intenso. Ahora bien, si hubiera tenido todas las ventanas ¿era capaz de vivir algo intensamente? ¿viví algo intensamente en otras ventanas? ¡Uf! No se. Estaba como dormida. Y dormí tanto que ahora me cuesta y todavía siento el hormigueo de una vida frívola con autorreflexiones tontas y pocas pasiones.

Pero llega la duda y llega el deseo. Avanzar. Avanzar despierta a pequeñas sensibilidades importantes y efímeras, así el año que viene revivo un cuadernito y recuerdo una ventana, una sonrisa y que las cosas hayan cambiado mucho y poco pero no importa si hay muchas ventanas apasionadas, sonrientes, aire que corre.

La contemporaneidad y la posteridad

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... En un hotel de mala muerte, calle Campagne Première, año 1872, un académico espía por el ojo de la cerradura el cuarto contiguo al suyo. Ve, escandalizado, que un hombre y un jovencito están haciendo el amor. Llama a la policía y los gendarmes se llevan presos a los dos viciosos. Entonces el académico vuelve a su habitación y, más tranquilo, prosigue escribiendo una tesis académica, erudita y laudatoria, sobre la poesía de Paul Verlaine y de Arthur Rimbaud. Mientras tanto, en la comisaría, los dos viciosos, interrogados, dicen llamarse Paul Verlaine y Arthur Rimbaud, respectivamente, y ser de profesión poetas. En el bolsillo del hombre es encontrado un poema que se titula Vers pour être calomnié.


(Marco Denevi: Falsificaciones, 1966)

Epitaphius

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Hic iacet
qui audiuit cor suum,
qui dedit omne pro suis,
qui amauit...