Había insolaciones e infartos y derrames y, quizás, hacia el final de una larga tarde de verano en Orlando hubiera incluso una tormenta; hasta el mismo Oz el Ggande y Teggible estaba allí: podía vérselo entrando al Reino Mágico por los rieles de su trencito, o mirando desde uno de los Dumbos Voladores con su mirada neutra y estúpida.
Louis y Gage habían llegado a aceptarlo como un personaje más del parque como Mickey o Tribilín o el benemérito señor Rico Mc Pato. Pero era el único con el que nadie quería sacarse una foto, el único al que nadie quería presentarle a su hijo o a su hija. Louis y Gage lo conocían; lo habían visto y enfrentado en Nueva Inglaterra, algún tiempo atrás. Estaba esperando que uno se atragantara con una bolita, que se sofocara con una bolsita de polietileno, que volara a la eternidad gracias a una dosis súbita y letal de electricidad: A Su Disponibilidad En Este Mismo Momento En El Enchufe Más Cercano. Había muerte en una bolsita de maníes, en una chuleta, en el siguiente atado de cigarrillos, Él rondaba todo el tiempo, ominoso y atento. Hipodérmicas sucias, escarabajos venenosos, cables pelados, incendios en el bosque. Cuando uno se metía bajo la ducha o en la bañadera, Oz se metía también: Dúchese con un Amigo. Cuando uno subía a un avión, Oz llevaba nuestra tarjeta de embarque. Estaba en el agua que bebíamos, en la comida que comíamos. "¿Quién anda ahí?", gritaba uno en la oscuridad cuando estaba solo y asustado, y lo que se oía era la respuesta de él: "No tengas miedo, soy yo. Hola, ¿qué tal? Tienes cáncer en los intestinos, ¡qué risa! ¡Septicemia! ¡Leucemia! ¡Arterioesclerosis! ¡Trombosis coronaria! ¡Encefalitis! ¡Osteomielitis! ¡Qué diablos, allá vamos! Un drogadicto en el callejón con un cuchillo. Un llamado telefónico en el medio de la noche. Sangre mezclada con ácido de la batería en alguna autopista de Carolina del Norte. Grandes puñados de píldora para dormir. El azulado peculiar de las uñas en los asfixiados: en su último esfuerzo por sobrevivir el cerebro toma todo el oxígeno disponible, hasta el de las células vivas bajo las uñas.
"Hola amigos, mi nombre es Oz el Ggande y Teggible, pero pueden llamarme Oz si quieren; diablos, si ya somos viejos amigos. Pasé por su casa para llevarme a alguien con un pequeño infarto o un derrame cerebral o algo así; no puedo quedarme, tengo que ver a una mujer en un parto difícil y después me espera un pequeño trabajo de inhalación en Omaha..."
Stephen King
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